Este atículo apareció en la sección de
psicología de “El País Semanal”. Son cinco consejos para sobrellevar
la angustiosa situación que nos ha tocado vivir. Te vendrán bien para este
momento y otros que pueden darse en tu vida.
Una de las tareas más ingratas para un autor de desarrollo personal es acudir a entrevistas donde un periodista te espera a la contra: “¿Cómo se puede ser optimista con la que está cayendo?”. Esa y otras preguntas similares llenan el diálogo. Podría parecer que el fatalismo y el escepticismo son más realistas que una visión positiva del futuro. Sin embargo, ambas posturas vitales son solo proyecciones teñidas por nuestras expectativas o prejuicios. Del mismo modo que acudir a una cita sentimental convencidos de que irá mal nos hace mostrarnos negativos y torpes, con lo que acabamos confirmando el oráculo, nuestra mirada sobre los acontecimientos futuros influye sobre ellos.
Si tras el
desastre del buque Endurance, que en el invierno de 1915 quedó atrapado en el
hielo antártico, Shackleton hubiera sido pesimista, jamás habría logrado la
proeza de salvar la vida de todos sus hombres. Para acampar sobre hielo,
navegar 1.300 kilómetros en un bote abierto y atravesar las montañas de Georgia
del Sur hasta ser rescatados tenía un motor: la esperanza. Shackleton se enfocó
en las posibilidades de salvación, por disparatadas que parecieran, y eso obró
el milagro.
En un fragmento
de El conde de Montecristo, Alejandro Dumas escribe:
“No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con
otro, he ahí todo. Solo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede
sentir la felicidad suprema”. Las grandes crisis suelen ir seguidas de épocas
de euforia, crecimiento y creatividad. Tal vez por eso, Dumas concluye que
“toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡confiar y
esperar!”. ¿Cómo mantener ese espíritu mientras dura la crisis económica y
sanitaria? Hay cinco claves que pueden ayudar a cultivar la esperanza.
Entender que
todo es temporal. Aunque desde marzo de 2020 la pandemia haya monopolizado los
medios de comunicación, llegará un punto en que pasará. Tomar conciencia de que
nada, ni lo bueno, ni lo malo, es para siempre ayuda a no desesperar.
Limitar las malas noticias. Por contagio emocional, el
tono de los mensajes que nos llegan acaba determinando nuestra manera de ver el
mundo. Por eso, en momentos de gran dificultad es importante elegir bien con
qué nutrimos nuestra mente.
Ocuparse de lo
que depende de uno mismo. Al contemplar un desastre a gran escala impera un
sentimiento de impotencia. Pero, si se pone el foco en pequeñas acciones y se
llevan a cabo, llega la esperanza. Parafraseando el discurso de toma de
posesión de Kennedy, la cuestión sería: ¿qué puedo hacer yo, de manera
concreta, para que este año sea mejor que el anterior?
Recordar lo que
va bien. No se trata de engañarse, sino de compensar el desánimo fijándose en
lo que sí funciona en la vida de cada uno. Tal vez la economía individual ha
tocado fondo, pero la salud aún responde. Para descansar de la negatividad,
tomar conciencia de lo que va bien aporta energía.
Celebrar los
microprogresos. Este término lo utiliza Cory Newman, director del Centro de
Terapia Cognitiva de la Universidad de Pensilvania, para designar los pequeños
logros que están cambiando ya la tendencia de nuestro futuro. James Clear, que
el pasado año encabezó las listas de best sellers en
Estados Unidos con sus Hábitos atómicos (Diana),
afirma: “No importa el éxito que tengas en este momento, sino determinar si tus
hábitos te están conduciendo hacia el camino del éxito. (…) Si quieres predecir
dónde terminará tu vida, sigue la curva de las pequeñas ganancias y pérdidas.
(…) Las pequeñas batallas que ganamos cada día son las que definen tu futuro”.
Tal vez el mejor
regalo que podemos hacernos la noche de Reyes sea enfocar la aventura con
esperanza, como Shackleton, y poner todo de nuestra parte para elevar la curva
con pequeños progresos. Cuando agotemos este calendario podremos decir que este
ha sido un año realmente nuevo.
Francesc Miralles es escritor y periodista especializado en psicología.
No se me ocurre un cuento más apropiado para estos días que tienen un aire
de postal de navidad. Así podemos entretenernos un poquito, antes de salir a
jugar con la nieve. El nombre de la protagonista quizás te suene…
"El rastro de tu sangre en la nieve”, cuento de Gabriel García Márquez
Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia civil con una manta de lana cruda sobre el tricornio de charol examinó los pasaportes a la luz de una linterna de carburo, haciendo un grande esfuerzo para que no lo derribara la presión del viento que soplaba de los Pirineos.